Prensa de la Región

RELATOS
EL EMBRUJADO

Por: El Chupete Estrada.

A José nunca le gustó trabajar. Desde que era niño ya se le notaba que sería un flojonazo de primera. Pero así como no le gustaba realizar ninguna labor, tampoco le llamó la atención el estudio y a duras penas y a chicotazo limpio terminó la primaria. Pasó su infancia metido en su casa y en las esquinas con sus amigos. A sus padres y hermanos les estresaba mucho la situación pero al fin se convencieron que sería inútil insistir en que hiciera algo de provecho o aprendiera algún oficio, incluso llegaron a pensar que alguna persona lo había embrujado porque su comportamiento no era normal.
Y es que José a pesar de que nunca traía dinero, siempre se las ingenió para comer gelatinas, fritos o refrescos, pues casi siempre se las disparaban sus cuates. Al cumplir su mayoría de edad, le llamó la atención el softbol. A fuerza de practicarlo todos los días se hizo casi un profesional donde algunas veces ganó trofeos y hasta dinero. Un día en que faltó el entrenador del equipo, el propietario le pidió que lo ayudara a entrenar a los muchachos pero un mal paso le lastimó la cintura, por lo que se olvidó para siempre de aquel deporte.
Con el tiempo, un amigo le propuso formar una asociación para abrir un restaurante bar. José sería el administrador. Al principio las cosas marchaban tan bien que José se desatendió del negocio poniendo al frente del mismo a una mujer que al poco tiempo la hizo su amante.
Ya casi no iba al negocio, pues prefería beber en otras cantinas. No pasó mucho tiempo para que el negocio se fuera a la quiebra por lo que tuvieron que cerrar sus puertas. Otra vez José se quedó sin trabajo y sin dinero.
Ahora a sus 60 años de vida ya no puede jugar al softbol porque le duele la cintura y además porque tiene problemas de visión. Lo peor de todo es que se acostumbró a trabajar como administrador y a eso se debe que cuando le ofrecen trabajo como cantinero no acepta porque según dice ‘es una chinga’ y a sus años podría mermarle la salud el estar sirviéndole a tanto borracho y más cuando le podrian hacer pasar un coraje por no servirles rápido.
Mientras espera un mejor mañana, José se la pasa sentado en el porche esperando que su mujer le avise que ya están saliendo las tortillas de harina para disfrutarlas acompañadas de unos huevazos con chile piquín, sus respectivos frijolitos y una soda negra.
Quién te pegó.
Nota: Cualquier parecido con la realidad, es pura coincidencia.
FIN.

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