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EDITORIALIZANDO

ACTITUD DIFERENTE
Por: Ernesto Cantú Murillo.
Es cierto, cuando cruzamos hacia los Estados Unidos cambiamos nuestra actitud radicalmente, casi como por arte de magia, no tiramos basura ni lanzamos las colillas de cigarro, respetamos los límites de velocidad, no sonamos el claxon aunque estemos un tanto impacientes y desesperados por llegar a nuestro destino, nos aguantamos en el puente hasta por tres horas y no le mentamos la madre a los agentes aduanales como lo haríamos en nuestro país con cualquier servidor público que se ‘atreva’ a entorpecer nuestro libre tránsito.
¿Por qué?
Porque sabemos perfectamente que en el extranjero sí nos pondrían una joda económicamente hablando si violamos sus leyes, por ejemplo una multa por no portar el cinturón de seguridad, fácilmente son alrededor de 150 dólares que tendremos que desembolsar; rebasar el límite de velocidad son como 300 dólares que echándole números de a 20 pesos por dólar, serían 6 mil pesitos constantes y sonantes.
Lo anterior viene a colación porque hace unos días observé a un tipo que a leguas se veía que era de malas cachas, greñudo, tatuado por todos lados hasta por los oídos si me dejan exagerar, que al entrar al restaurante donde estaba el que esto escribe, se dedicó como todos los comensales a cumplir con las normas del establecimiento, levantar el plato o los platos donde había comido él y su acompañante y depositarlos en el área correspondiente y sin poner cara de vayan a la fregada por qué tengo que hacerlo, ni nada por el estilo.
Luego luego se me vino a la mente, si éste cuate estuviera en México, actuaría de otra manera, sin temor a equivocarme le aseguro que dejaría todo el platerío regado por la mesa que al fin y al cabo por eso paga lo que consume y que la limpieza la haga el dueño o el personal que ahí trabaja., faltaba más, faltaba menos. Es triste, pero es cierto, lamentablemente en nuestro país nos vale madre todo.
Pero quién tiene la culpa de esto:
¿La autoridad por no aplicar todo el peso de la ley a quien infrinja el reglamento por más mínima que sea la falta? ¿O el ciudadano que corrompe a la autoridad para no ser castigado por violar la ley?
Son preguntas que merecen respuestas objetivas. México es grande pero nos lo estamos acabando a puras ‘mordidas’ y por no tener respeto por nada ni por nadie.
Muchos dirán que es el puro estilo de los machistas y argumentarán que así fueron educados en sus familias, que el levantar los platos y lavar la loza es cosa de mujeres, los machos a traer dinero a la casa y las féminas a esperarlos con la comida caliente y con una sonrisa de oreja a oreja.
Usted qué opina.

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